Por: Verónica Estrada
En esta ocasión pretendo hablar de un problema que no es novedoso pero que, como docente, me invita a reflexionar: el aprendizaje de mis estudiantes. Hace un par de días justo antes de iniciar un nuevo semestre, en la escuela donde laboro, tuvimos junta docente para tratar asuntos relacionados con el desempeño de nuestros estudiantes y como en cada ocasión, el tema primordial fue ¿cuáles estrategias usar o qué podemos hacer para que los estudiantes se interesen en aprender? Y es que resulta un verdadero reto buscar aquellas alternativas que nos conduzcan a obtener resultados más favorables tanto en calificación como en actitudes, principalmente con los adolescentes.

Este ha sido un tema polémico durante muchas décadas que preocupa no sólo al personal docente, sino también a padres y madres de familia, y en general creo que a muchas personas más, pues como sabemos la educación implica una medida de desarrollo para las sociedades. Mucho se habla del tema; algunas personas señalan que “anteriormente” los estudiantes mostraban mayor interés por el estudio, dadas las estrategias de enseñanza que se implementaban en tiempos pasados. Otras en cambio, indican que el hecho de que no quieran estudiar, se debe a que los docentes no están lo suficientemente capacitados para motivarlos y que se interesen por el estudio, y en el caso del profesorado, suelen responsabilizar a las madres y los padres de familia por no inculcar en sus hijos e hijas la cultura del esfuerzo. Unas cuantas más, adjudican la responsabilidad al sistema educativo y social en el que nos encontramos, al fácil acceso a la tecnología y a los medios de comunicación.
Al final, no ha sido posible encontrar un porqué y un cómo que nos ayude a facilitarnos esta complicada tarea, y las preguntas obligadas son ¿Es posible motivar a los estudiantes hoy en día para que quieran aprender? y ¿Qué estrategias podemos emprender de acuerdo a nuestras posibilidades como escuela? Pues no olvidemos que lamentablemente no todas las personas cuentan con los mismos recursos para aprender.
Inicialmente me gustaría mencionar que en el proceso de aprendizaje escolar intervienen diversos factores como la participación de la familia, la preparación docente, las capacidades individuales, el contexto social en el que se desenvuelven los estudiantes y, por supuesto la motivación tanto intrínseca como extrínseca y el sistema educativo, por mencionar algunos. Por tanto, podríamos deducir que para que un aprendizaje escolar sea “óptimo” es necesario un equilibrio entre estos elementos.
En esta ocasión me centraré un poco más en el aspecto de la motivación, cuyo concepto alude a que estar motivado es dirigir nuestra acción para conseguir una meta, así que motivar para el aprendizaje es “mover” al estudiante a aprender y a crear condiciones necesarias para su logro, quitando las barreras que se oponen a ello.
En primer término, es importante recordar que la gente reacciona movida por impulsos positivos (como deseo e interés) o negativos (como miedo, desprecio o desinterés). Estos motivos, a su vez, proceden de necesidades sentidas o identificadas y dichas necesidades e impulsos están condicionadas por el contexto social, cultural y económico en el que se encuentra la persona. En tanto, podemos deducir que todos los agentes que rodean a los estudiantes, cumplen un papel importante en su proceso de motivación, y en este caso, de su aprendizaje pero desafortunadamente es difícil encontrar una armonía perfecta, de tal forma que una de las opciones es analizar qué factores están influyendo para que los estudiantes no quieran estudiar. Esto con la intención de modificar aquellas circunstancias que estén a nuestro alcance.
Se ha identificado que algunas de las barreras que interfieren para la motivación en el aprendizaje escolar, son las propias costumbres de los estudiantes, la falta de aspiraciones, los programas educativos que son demasiado rígidos y principalmente los sistemas de enseñanza y evaluación, que a veces resultan poco eficaces e incluso me atrevería a decir que son “antiguos” para nuestros tiempos; la evaluación con un examen sigue siendo el parámetro por excelencia para medir el aprendizaje pero este, como sabemos, toma en cuenta sólo aspectos cuantitativos del mismo. 
Pese a todo esto que pueda sonar demasiado desalentador, el clima afectivo y trato humano que se le proporcione en la escuela cumple un papel fundamental en la motivación del discente, así como en cada grupo escolar, pues recordemos que ante todo somos personas, sujetas a sentimientos que pesan tanto como las razones (aclaro que no tiene nada que ver con la falta de límites funcionales dentro y fuera del aula). Un ambiente de confianza y participación, estimula la responsabilidad e iniciativa del estudiante, lo que fomenta a su vez el aprendizaje. Tomar en cuenta las diferentes características de los estudiantes, es un buen camino para reducir sus tensiones y las posibles amenazas que atenten contra su integridad emocional, y es preciso que las calificaciones y los exámenes, no representen una fuente de estrés.
Asimismo, fomentar la integración es otro factor que contribuye con la motivación escolar, pues es sabido que queremos que se nos tome en cuenta, se nos estime y aprecie –en mayor o menor medida- pero queremos estar relacionarnos a nivel social. Organizar trabajos en grupos por afinidades y amistades, son un medio para fomentar la colaboración más que la competición.
También es importante resaltar que no hay educación sin respeto a las ideas, sentimientos y honra de los demás, por lo tanto, la escuela tiene la oportunidad de proveer situaciones para que los estudiantes se sientan importantes, esto relacionado propiamente a las actividades para las cuales se sienten capaces, de manera que dicha condición les generará sentimientos de éxito y progreso. De igual modo, una evaluación continua en la puedan percibir claramente los objetivos a alcanzar, les ayudará a ser conscientes de su progreso, siempre y cuando esos objetivos sean concretamente alcanzables y plenamente aceptados. Los elogios y refuerzos positivos, deberán prevalecer sobre las sanciones, así como tomar en cuenta que no se debe de exigir demasiado en ritmo y resultados de aprendizaje.
Finalmente, aunque parezca contradictorio y complicado, sabemos que parte de la educación es la alfabetización y esto implica tener los conocimientos básicos como la lecto-escritura y el pensamiento lógico (aunque hay a quienes no les guste) porque las personas en general anhelan hacer algo que entiendan y que hayan escogido libremente, que les guste y que se sientan plenas y realizadas al llevarlas a cabo. Para ello es necesario formular objetivos de trabajo claros, válidos, aceptados y centrados en el estudiante. Distribuir y delimitar responsabilidades y funciones de las personas, así como dar la apertura a la discusión y poner en tela de juicio aquello que se hace y dice, a fin de que también se promueva la reflexión, es una alternativa más.
Sin duda, es un tema amplio y complejo, el cual como mencioné anteriormente, no sólo concierne a un par de actores (docentes, padres y madres de familia) y con tal complejidad y alcance, sólo abordé uno de los muchos aspectos a considerar en esta cuestión de la motivación para el aprendizaje: el psicoafectivo. No obstante, es un buen inicio para la reflexión que, en lo posterior, puede ampliarse a situaciones más concretas que nos proporcionen herramientas prácticas a la hora de ayudar a los discentes a transitar por este recorrido tan esencial. No olvidemos que el fin de la educación, es el progreso y desarrollo de las personas. ¡Compártenos tu opinión!
Referencias
Rius, M. (2 de febrero de 2010). Escolares sin motivación. La Vanguardia [on line]. Recuperado el 20 de enero de 2018, de http://www.lavanguardia.com/vida/20100220/53894247813/escolares-sin-motivacion.html
Suárez, R. D. (2002). La Educación; estrategias de enseñanza-aprendizaje. México: Trillas.
Valderrama-Juárez, A. C.-H. (abril de 2011). Motivación para estudiar en jóvenes de nivel medio superior. Nova Scientia [on line], 3(5), 164-178. Recuperado el 20 de enero de 2018, de Motivación para Estudiar en Jóvenes de Nivel Medio Superior: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2007-07052011000100009